
Matías Raja Baño: «Mi madre se fijó en que las golondrinas nunca se posan en el suelo. Hemos perdido esa curiosidad natural»
Estío a la murciana ·
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Estío a la murciana ·
Fue padre de su primer hijo, Matías, rebasados los 50. Y, en esencia, no ha visto tan modificadas sus rutinas. Matías Raja Baño (Cartagena, 1971), ... catedrático del área de Análisis Matemático de la Universidad de Murcia, sigue mirando al suelo, como desde que era un crío, para dejarse maravillar por la diversidad mineral y por la historias enterradas en lugares de interés arqueológico y paleontológico y donde lo mismo puedes encontrar un hacha pulimentada que un fragmento de amonites u otro tipo de fósiles. Ha comunicado al Servicio de Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales interesantes hallazgos, «y cuando lo hago me gusta ser partícipe del seguimiento porque es vital para mi propia formación». En el Monte Miravete, en Torreagüera (Murcia), por ejemplo, informó de una cazoleta, «una especie de hueco tallado en piedra, que puede ser natural o artificial. En el Monte Arabí de Yecla hay una zona llena de cazoletas, de hecho. Cuando vi los canalillos de la cazoleta del Miravete era indiscutible que era posiblemente neolítica». También identificó una alquería del siglo XI -XII en la Rambla del Garruchal de la que se habían comido la mitad allanando un cabezo y ayudó a localizar el primer registro fósil de dinosaurio (Cretácico inferior, Albiense) encontrado en la Formación Utrillas en el Noroeste de la Región de Murcia, conocido como «el dinosaurio de Benízar», en el término de Moratalla. «Fue encontrado de manera fortuita por Miguel Tórtola. Es el fragmento de dinosaurio más grande que se ha identificado en la Región de Murcia. Dicen que es saurópodo». Es socio de la Asociación Cultural Paleontológica Murciana (ACPM), con cuyos miembros ha visitado todos los abrigos y cuevas posibles. Tiene un coco privilegiado.
–Usted ha estado en la trastienda, entre bambalinas, de algunos hallazgos que hoy podemos leer en libros de historia.
–Encontrar cosas de relevancia no pasa todos los días. Puedo decir como mérito mío que João Zilhão [paleoantropólogo portugués y profesor desde 2011 en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, estudioso de los neandertales] empezó a excavar en la Región de Murcia gracias a los sitios a los que le llevamos. Yo y otro colega en aquel tiempo visitábamos todos los abrigos y cuevas posibles, y en la Cueva Antón de Mula habían hecho un sondeo de urgencia para concluir el expediente, porque el recrecimiento de la presa eventualmente podría inundar la cueva, y nos dimos cuenta que, junto con los huesos aparecían alimentos, y lascas que parecían viejas. Esto le llamó la atención a João y se puso a excavar, y él que es experto en neandertales, sacó la famosa media vieira que siempre se pone, en anverso y reverso, y que parece completa. [Según Ignacio Martín Lerma, doctor en Prehistoria y profesor de la Universidad de Murcia, estos hallazgos son «una prueba de que los neandertales practicaban la ornamentación personal y que, por lo menos en el Sureste peninsular, la desaparición de estos grupos hubo de darse hace menos de 37.000 años»]. Eso que ahora aparece en los libros de prehistoria, efectivamente, lo veo yo hoy como si estuviera en la trastienda [ríe]. Por eso me parece despectivo hablar de nosotros como aficionados, quizás sería más correcto decir 'amateur'.
–¿Se tiene por un buen coleccionista?
–Colecciono minerales, sí. Yo digo siempre que el coleccionismo no es elegir algo que te guste y empezar a reunir objetos. Quizás llamarlo enfermedad sea excesivo, pero es una actitud. Al final, el coleccionista colecciona colecciones. Sientes la necesidad de tenerlo todo de un autor, si te gusta, o la serie completa si es de una colección.
–¿Cómo le gustaría que le viera su hijo con el tiempo?
–Mi hijo Matías va a cumplir un año el 7 de septiembre. No lo he pensado aún cómo me verá. Yo me había hecho a la idea de que no iba a ser padre, pero mi pareja, Tere, estaba animada y en estado favorable, y por qué no. Yo lo que más reconozco de mi padre fue su esfuerzo por satisfacerme en cosas que él no entendía por qué las hacía. Él, cuando yo era pequeño, y a mí me gustaba recoger minerales, me llevaba a algunos lugares y él se quedaba en el coche escuchando la radio, mientras yo escudriñaba el terreno. Me llevó alguna vez a las minas de Mazarrón, o al Cabezo Gordo de Torre Pacheco, por ejemplo. Los coleccionistas recopilan objetos que representan también momentos significativos para ellos. Yo tengo algunos de esos minerales que cogí en la infancia y que hoy no tienen calidad para estar en una vitrina, aunque sí una carga sentimental importante.
Un sitio para tapear. La barra de El Sordo, en Ricote.
Un libro para el verano. 'El arte de coleccionar moscas' (Libros del Asteroide), de Fredrik Sjöberg. Me lo recomendó un amigo de Sevilla, Rafa Espínola, y tiene reflexiones interesantes sobre las obsesiones del coleccionista.
¿Con quién no cenaría jamás? No puedo pensar en nadie que especialmente me caiga mal como para no cenar con él jamás.
¿Qué le parece mágico? Mirar el suelo, que está lleno de cosas. En el campo, los bichos, en general, no son mi fuerte, también me gusta observarlos, pero cualquier cosa que entre en la denominación piedra me causa atracción. Tengo un abuelo al que no conocí que fue minero, y gracias a eso mi hermano pudo reunir en una caja de hojalata unos cuantos minerales para una colección. Esas piedras estaban por allí y me hice con ellas. Pero en Archena, en 1º de EGB, yo miraba la gravilla, ¡y eran Jacintos de Compostela! [una variedad del cuarzo fanerocristalino; su color naranja rojizo es debido a la presencia de hierro].
Un personaje histórico [déjeme pensarlo...] Muerto, ¿no?
Un baño ideal Las calas de Bolnuevo.
–En términos científicos, usted tiene un pequeño santoral de las matemáticas y ahí tiene a la par a Arquímedes y a Newton. ¿Estos son, en realidad, sus dioses?
–Arquímedes vislumbró cosas que tardaron más de mil años en volver a recuperarse. Concretamente vislumbró las técnicas del cálculo infinitesimal, y digamos que el libro donde él expuso eso, que era una carta que escribió a un amigo suyo, Aristóteles, con varios ejemplos de cómo se utiliza ese método, se perdió. Muchos de los libros que utilizaron los griegos fueron recuperados a través de traducciones árabes y después del árabe al latín en la Edad Media. Dicen que esto fue uno de los desencadenantes del Renacimiento. Y se sabe que este libro de Arquímedes se encontró a principios del siglo XX, un palimpsesto, un pergamino reciclado; en un libro de oraciones o cánticos de un monasterio se vio que habían borrado y que lo que se había borrado se podía recuperar, estaba en griego, y se reconoció como esta obra de Arquímedes, y se ha podido reconstruir.
–¿Y Newton?
–Newton tuvo una percepción de la naturaleza como nadie la había tenido antes. E incluso después. En el sentido de que fue capaz de formular las leyes de la mecánica, pero para ello hacían falta herramientas matemáticas que él mismo tuvo que desarrollar. La invención del cálculo infinitesimal se la disputa con Leibniz. Gracias al cálculo infinitesimal, Newton pudo describir adecuadamente lo que significa velocidad, aceleración, y las leyes que, digamos, rigen el universo: la ley de gravitación universal. Eso respecto a mecánica. Pero es que en óptica también hizo descubrimientos fabulosos. La gente había estado mirando el arcoíris desde el comienzo de la humanidad. En la Biblia aparece el arcoíris como el símbolo del pacto entre Dios y el hombre para que no vuelva a pasar el diluvio. Y Newton explicó el arcoíris, dijo cómo se forma, y por qué se ve.
Matías Raja Baño
Matemático
–La explicación de por qué es azul el cielo, ¿le resta poesía?
–Para mí, en cierto modo, puede parecerlo, porque son cosas bellas a las que estamos acostumbradas, pero explicarlo es justamente para mí lo más gracioso. Para mí le da un contenido mayor. Hay cosas curiosas. Por ejemplo, cuando tú vas por la arena de la playa, tú piensas que debería comportarse como lo hace una esponja, que cuando la aprietas suelta el agua. En la arena, cuando tú estás cerca de donde se moja y pisas, chupa el agua, y cuando levantas el pie, el agua vuelve a aparecer. Va al revés de una esponja. Y esto, aparentemente, totalmente intuitivo, se explica con un principio muy simple de matemáticas. Cuando la arena la deja el agua, se produce lo que llamamos «el empaquetamiento óptimo». No se puede optimizar más la cantidad de arena por volumen. Cuando la pisas y la deformas, ese empaquetamiento óptimo lo rompes, es decir, que cualquier cosa que hagas hace que la cantidad de arena por volumen disminuya, y al disminuir se crea espacio que absorbe el agua. Y cuando liberas la presión, la arena trata de volver otra vez a esa situación óptima y es por lo que expulsa el agua. Son cosas que a mí me parece que tienen una belleza extraordinaria.
–¿Qué hemos perdido?
–Con tantas vueltas alrededor de cómo debe ser la pedagogía en la escuela, y la teoría sobre el asunto, hemos perdido la curiosidad natural y las explicaciones racionales de las cosas. Mi madre se fijó un día en que las golondrinas nunca se posan en el suelo. Eso lo habrá descubierto más gente. Pero como tienen las alas con tanta apertura, en relación con lo cortas que son sus patas, no pueden despegar el vuelo del suelo como sí hacen los gorriones, por eso las golondrinas siempre tienen que impulsarse en alto para dejarse caer y así iniciar el vuelo.
–¿A qué se dedicó su madre?
–Era la típica ama de casa que gestionaba la economía familiar y durante un tiempo se dedicó a coser vestidos para otras mujeres. Hizo un curso de corte y confección siendo joven y siempre tuvo habilidad para la costura.
–¿Y su padre?
–Mi padre era guardia civil. Mis hermanos dicen que yo soy más bien hijo de cabo que de guardia civil. Durante los años en que estuvo cambiando de destino íbamos con él. Yo nací en Cartagena, luego nos fuimos a L'Ampolla (Tarragona), tengo un vago recuerdo de las clases de párvulos allí; después pasé por Archena. Hasta entonces era sargento. Pero ascendió a brigada y lo destinaron a Madrid, donde estuvimos dos años, en los dos Villaverdes. Fue en 4º y 5º de EGB, fue el año de aquello del aceite de colza, y nos llevaron a los del colegio al entierro de una compañera. El año antes había sido el golpe de Estado de Tejero, y me han contado que mi padre tenía horarios raros. Se sacaron de la manga la reserva activa para quitarse de enmedio a gente que había servido durante la dictadura, y ya dejé de ver a mi padre trabajar, una larga jubilación en la que se fue a vivir a la casa donde solíamos pasar los veranos, en El Cañarico (Alhama de Murcia).
Matías Raja Baño
Matemático
–¿Qué es un reto para usted?
–Sobre los retos puedo decirte que si hay una cosa buena que tiene nuestro sistema de consolidación de la cátedra es que una vez conseguido puedes dedicarte a lo que quieras, ya no tienes que acreditar méritos para la acreditación. Ahora puedo retomar cosas que me llaman más la atención, y tratar de buscar el resultado bonito. A veces, cuando una teoría evoluciona, salen algunos resultados fundacionales, y otros que están muy bien, pero cuando tratas de rascar, ya no producen cosas satisfactorias. Yo tengo algunos asuntos pendientes con resultados en los que los matemáticos estuvieron trabajando hasta los años 80 del siglo pasado y que no pudieron llegar más lejos, o quizás llegaron a todo lo lejos que podían llegar. Si me dejan tiempo, me gustaría pensar en estas cosas. Si no resolver estas cosas, al menos entenderlas.
–En su web, https://matiasraja.es/, ofrece mucha más información sobre usted, sobre el turismo mineralógico, sus viajes a América y África, su inclinación por el coleccionismo de minerales y su vocación matemática.
–Siempre hago las cosas con ilusión. Yo, lo que he hecho dudo de que alguna vez vaya a servir para algo. Tengo algunos resultados conseguidos que me gustan por el principio estético de que utilizan nociones, no elementales, pero sí con algunas nociones que aprendí estudiando la carrera en la UMU.
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