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Seguro que muchos de ustedes se habrán preguntado al usar los cubiertos, en qué momento de la historia el hombre dejó de usar los dedos. ... Pues hasta el siglo XVIII el servicio de mesa, hasta en las mejores casas, se componía simplemente de un recipiente en el que cada comensal recibía su ración y la cuchara. Porque la cuchara tiene orígenes remotísimos. No les digo más que en plena prehistoria los hombres usaban conchas marinas para tomar los alimentos líquidos. Y después, las han construido con los materiales más diversos, empezando por la corteza de pan, que cada comensal ahuecaba dándole la forma necesaria para retener el líquido, pasando por las de tierra cocida, hasta llegar a las de madera. Y a las de metales preciosos, que hay que ver lo que abundaban en España en los siglos XVIII y XIX las cucharas de plata.
Hay que reconocer que la cuchara más española, la más clásica y popular, es, sin duda, la socorrida cuchara de palo, la de madera. Aunque... bueno, hay algunas personas que piensan que el mejor cubierto son los propios dedos.
Y el tenedor, que según afirman libros que son de fiar, nació en Constantinopla pero no llego al mundo occidental hasta los primeros años del siglo XI. A lo que, parece, fue la princesa Teodora, la bellísima hija del Emperador de Bizancio Constantino Ducas, la que lo llevó a Venecia. La princesa estaba invitada en la boda del Dux Domenico Selvo, y como en aquellas ocasiones se llevaba uno sus pertenencias, Teodora se llevó sus cubiertos. En España, los primeros tenedores se usaron solo como instrumento de cocina y en muy pocas ocasiones aparecieron en los manteles. Fue en los siglos XVIII y XIX cuando se impuso el uso de este cubierto. Y bastante importancia que tomo en el país, sobre todo en Barcelona, donde se creó una floreciente industria de cubiertos de mesa.
En cuanto al cuchillo y los instrumentos cortantes que le precedieron, se utilizaron durante mucho tiempo en las cocinas para trinchar los alimentos, pero no salían al comedor. Los manjares se presentaban en la mesa cortados ya en bocados. Más tarde, el cuchillo se convirtió en un objeto personal y cada comensal llevaba al cinto su propio instrumento cortante, que utilizaba para fines muy diversos, incluyendo cargarse a los que no les caían bien. Y, finalmente, se convirtió en una pieza imprescindible en la cubertería y el servicio de mesa, lo mismo que la cuchara y el tenedor.
Los señorones de la antigüedad presumían de la opulencia de sus mesas y de ser la mar de finos, pero la mayoría se chupaba los dedos o se limpiaban en la manga. Según cuenta Leonardo da Vinci, cuando estaba en Milán al servicio del Gobernador Sforza, se quedó muy sorprendido al ver que en los grandes banquetes ataban conejitos pequeños a las sillas de los invitados y que estos se limpiaban los dedos en la suave piel de sus lomos.
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