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Alfonso Alburquerque García, el anónimo garante de las cofradías de la Región de Murcia
Perfil

Alfonso Alburquerque García, el anónimo garante de las cofradías de la Región de Murcia

Delegado episcopal para las cofradías y hermandades de la Diócesis de Cartagena

Domingo, 20 de abril 2025, 07:34

Ha pasado desapercibido. Y bien que lo ha logrado, aunque sin dedicarle un segundo a ello. Quince meses justos lleva Alfonso Alburquerque García al frente de un cargo que, cuando de cofradías hablamos, hace cuadrarse a todos los presidentes. Y, sin embargo, casi ningún nazareno de a pie sabe quién es ni qué cargo ocupa, aún siendo el garante de velar por el buen funcionamiento de tan multitudinarias instituciones.

El obispo Lorca Planes lo nombró delegado episcopal para las cofradías y hermandades de la Diócesis de Cartagena, en sustitución de don Silvestre del Amor, quien desempeñó similar cargo no pocas décadas. Es Alfonso Alburquerque, en la práctica y con la ley canónica en la mano, la voz última del obispo en, a veces, tan complicadas lides cofrades. Pero su primer acierto es evidente, como quienes lo conocen aseguran: ser otro nazareno. Ya no el último, pues como cura a ello está llamado, sino ser uno más.

Curriculum nazareno no le falta para el cargo. Vicario de la zona Cieza-Yecla, consiliario de la Cofradía del Cristo de la Misericordia de Murcia y de la Asociación de la Medalla Milagrosa. Y, desde julio de 2023, párroco de San Miguel, en la capital. Súmenle a eso infinidad de pregones nazarenos y ser consiliario a perpetuidad de Nuestra Señora del Consuelo y Santas Mujeres de Jerusalén, de Archena. Y hasta fundador de la Hermandad de Nuestra Señora de la Asunción, de Los Alcázares.

No puede resistirse, cuando anda en congresos, a enorgullerse de que la Comunidad cuenta con 700 cofradías activas

Alburquerque conoce bien la realidad nazarena. En lo bueno y en lo malo, que quienes las integran hombres son, que ya advertía San Agustín. Igual, seguro, sufre a diario no pocas controversias. Pero calla. Nació un 9 de enero de 1971 en la pedanía murciana de Javalí Nuevo. Es licenciado en Documentación por la Universidad de Murcia y en Ciencias Eclesiásticas por la Universidad Pontificia de Salamanca. El próximo año celebrará los veinticinco desde su ordenación. Han pasado en un verbo, que diría un huertano castizo de su pueblo.

Alburquerque siempre insiste en ensalzar, ya no solo las cofradías pasionales, sino también las de gloria. Y está dedicando no pocas horas a devolverles su espacio. Hacía tiempo que merecían más atención. No puede resistirse, cuando anda en congresos nacionales, a enorgullerse de que la Región de Murcia cuenta con más de 700 cofradías activas. Los nazarenos andaluces, siempre tan aclamados en los medios, se sorprenden de tan elevado número.

En este tiempo como delegado, su preocupación no ha sido velar por las procesiones de la Semana Santa, que casi se organizan solas. Su trabajo se ha centrado en los frutos que producen a lo largo del año como instituciones de caridad. Es su piedra de toque. A Alburquerque se le llena la boca cuando describe la labor que tantos nazarenos realizan en hospitales y asilos de ancianos, en centros de día, en los voluntariados, en Cáritas o en Jesús Abandonado.

Su debilidad son los enfermos. Ya lo anunció cuando tuvo el honor de pregonar la Semana Santa de Javalí Nuevo en el año 2001, cuando era un simple seminarista que ya, como tantos cofrades iguales a él, se emocionaba al llegar la primavera y ver los pasos en las calles. E igual emoción sentía al participar en la romería de la Fuensanta, que cimentó en parte su fe, o a la Virgen de la Caridad cartagenera, otro de los pilares que dice sustentarlo cada día.

Es Alburquerque un murciano enamorado de la Virgen. No en vano, la Purísima es la Patrona de su pueblo. Y además es alguien que admira su tierra, que disfruta de todas las fiestas y de haber nacido al amparo de la huerta.

Se le llena la boca cuando describe la labor que tantos nazarenos realizan en hospitales, en asilos, en centros de día...

Hombre de plática afable y sincera, directo y claro en sus convicciones, pero sin imponerlas a nadie. Considera que la Semana Santa es el espléndido reflejo en las calles y plazas de cuantos se sienten cristianos. O, cuando menos, lo intentan. Pero eso no basta. Hay que arrimar al hombro, como tantos estantes a la tarima estos días, a la labor más grande de ayudar a quienes lo necesiten.

A Alburquerque no lo verán en muchas fotos de postureo. De hecho, un año largo después de su nombramiento cuesta encontrar alguna instantánea donde pose. No es una humildad fingida. Resulta que, de verdad, no le gusta nada. Lo suyo es, como sus colaboradores sostienen, estar junto a las cofradías sin apenas abrir la boca. Ya les adelanto que, si el demonio no se mete demasiado, hay delegado de cofradías para muchos años.

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