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Empezó como una planta ornamental en rotondas y ha terminado por convertirse en un quebradero de cabeza por su resistencia y su capacidad para propagarse. El 'Pennisetum setaceum' (conocido como rabo de gato por la forma de sus espigas) gana terreno en la Región con un crecimiento «desbocado», avisan desde Ecologistas en Acción. Ya no solo prolifera en zonas periurbanas (como los márgenes de las carreteras) sino que también empieza a verse en espacios naturales. «Está por todos lados».
El tono general es de preocupación. Aparecen ejemplares en Cartagena, Lorca, Santomera y Molina de Segura, entre otros municipios. En Murcia su expansión resulta especialmente llamativa en la zona norte. Su avance ha ido paralelo al desarrollo de los nuevos viales en Espinardo, Cabezo de Torres, Churra, La Ñora y Guadalupe. Un fenómeno que tiene su explicación: el trasiego del tráfico facilita la dispersión lineal de las semillas de esta gramínea invasora. Por eso el rabo de gato forma hileras, por ejemplo, a lo largo de la costera norte, en el arcén del vial que conduce a la urbanización Joven Futura y, también, en la nacional 301, en dirección a Molina. Por el mismo efecto campa a sus anchas junto al tendido del tranvía en dirección a los centros comerciales y al campus universitario de Los Jerónimos. En las inmediaciones del parque de Terra Natural algunos ejemplares alcanzan casi el metro de altura.
Estos 'plumeros' han saltado, además, a los jardines, como en la zona verde aledaña a la costera norte en el residencial de Los Rectores (El Puntal). Aunque los grupos naturalistas advierten de un peligro mayor: el avance de estas plantas exóticas en espacios protegidos. Rubén Vives, de Ecologistas en Acción, cita El Valle, Calblanque y Rambla Salada.
Desde la Consejería de Medio Ambiente confirman que sus brigadas han actuado en la eliminación de flora invasora en zonas de su competencia, como Cabo Tiñoso, Sierra Espuña y Calnegre, pero mantiene que, en concreto, no ha detectado ni rastro del rabo de gato en espacios protegidos «durante los trabajos de monitorización y seguimiento de las masas forestales».
Tanto Ecologistas en Acción como la asociación Huermur echan en falta un plan de erradicación que recoja las áreas colonizadas por esta especie y cómo actuar en cada caso, coordinando las diferentes administraciones implicadas y las empresas encargadas del mantenimiento de infraestructuras y equipamientos (carriles bici, viales, parques, urbanizaciones). Tienen la impresión de que en la batalla contra el 'Pennisetum setaceum' cada uno hace la guerra por su cuenta, y avisan de que la planta invasora no entiende de fronteras ni de competencias.
En esa línea se expresan desde la Demarcación de Carreteras del Estado. En este departamento dependiente del Ministerio de Fomento hablan de una «emergencia ecológica». Esta gramínea se encuentra presente en casi toda su red de viales, salvo en la A-33 (autovía del Altiplano), CT-33 y CT-34 (en Cartagena) y A-30 entre Blanca y Albacete. Por eso han activado un protocolo para su erradicación, aunque no detallan por dónde avanzan las tareas. «Se trata de una planta muy resistente lo que convierte su eliminación en una labor muy complicada. Ayudaría mucho que los ayuntamientos con los que compartimos frontera hicieran algo similar», señalan desde Carreteras.
La Consejería de Medio Ambiente asegura que desde 2017 lleva en la brega contra la flora invasora y que realiza seguimientos a fin de estudiar su impacto y las medidas de control y «posible erradicación que fueran necesarias». Ante el actual panorama, señala que ha enviado oficios con instrucciones «a diversos ayuntamientos», sin precisar de qué municipios se trata. Los consistorios alegan que están actuando. En Murcia, la retirada de esta planta aparece en los contratos de mantenimiento; en Molina se están eliminando ejemplares aprovechando los trabajos del futuro cinturón verde.
El rabo de gato se ha mostrado como una especie resistente capaz de crecer en suelos rocosos y cauces de ramblas. Coloniza casi cualquier fisura, entre bordillos y asfalto. Y su eliminación resulta laboriosa. Hay que quitar con cuidado las espigas, donde están las semillas, para después arrancar la planta de raíz, aunque también se pueden emplear herbicidas. En la Región, esta especie no tiene un depredador natural que le ponga freno. Y ni siquiera el fuego detiene a esta planta, con una asombrosa capacidad de regeneración.
Los expertos avisan del riesgo de que desplace la flora autóctona, causando una merma en la biodiversidad. Y los ecologistas apuntan otro peligro en estos tiempos de calentamiento global: sus 'plumeros' resultan muy inflamables y presentan un elevado potencial de expansión de las llamas en caso de que se declare un incendio.
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