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En las últimas elecciones legislativas de Israel, celebradas en 2022, el partido del Likud, liderado por Benjamin Netanyahu, logró 32 escaños en el Knesset, el ... parlamento hebreo. Dan Illouz era el número 33 de sus listas. Sin embargo, la renuncia de varios diputados hizo que el 6 de enero de 2023 Illouz tomase asiento entre los 120 políticos que constituyen el hemiciclo actual, seguramente uno de los más polémicos de la historia del país. Illouz es consciente de que pertenece al gobierno más odiado y polarizante, en el que Netanyahu se apoya en la ultraderecha para continuar con la inmisericorde guerra que le ha declarado a Hamás en Gaza, pero defiende el trabajo de su gobierno.
«Existen dos caminos para Oriente Medio: uno de esperanza que ofrece Israel a través de los Acuerdos de Abraham, alcanzados con la mediación de Estados Unidos para la normalización de las relaciones con los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos; y otro de muerte que plantea Hamás con los atentados del 7 de octubre de 2023», explica durante un encuentro con periodistas europeos organizado por el 'think tank' ELNET, al que acude este diario.
Illouz no esconde que su apuesta es por la mano dura. «Para que vayamos por un buen camino hacia la paz, Israel tiene que ganar esta guerra de forma contundente. Nos enfrentamos a una amenaza existencial, pero ahora nos sentimos fuertes», analiza en el terreno doméstico. «Si el mundo no logra hacer algo con los hutíes de Yemen, Israel tendrá que tomar cartas en el asunto. Y es clave que cortemos la cabeza de la serpiente, que es Irán», añade en clave internacional. «Aunque Teherán no está teniendo éxito en su guerra utilizando a los proxis -como Hamás, Hezbolá o los hutíes-, sigue intentándolo y ahora tiene Jordania en su punto de mira», añade. Por si fuese poco, el diputado del Likud suma Siria a la ecuación: «Es un nuevo peligro, porque tras la caída de Assad puede sumarse al 'eje del mal' suní que lidera Erdogan en su intento por revivir el imperio otomano».
Shelly Tal Meron
Diputada de Yesh Atid
A su lado, Shelly Tal Meron le mira en silencio. «Con más respeto que el que nos profesamos en el Knesset», reconoce con una amplia sonrisa cuando toma la palabra. Hija de madre estadounidense y padre iraquí, es diputada por el partido de centro Yesh Atid, que literalmente significa 'hay futuro'. Con 23 escaños, fue la segunda fuerza más votada, pero no logró desbancar a la coalición de Netanyahu y ahora lidera la oposición al primer ministro. Sin embargo, Meron matiza: «Soy la oposición al gobierno, que es el más extremista que hemos tenido nunca y que dificulta avanzar hacia la paz, pero no soy la oposición a mi país».
Lo subraya para justificar que haya puntos en los que coincide con Netanyahu. Por ejemplo, la identificación de Irán como el gran enemigo de Israel. «De ninguna forma podemos permitir que desarrolle armas nucleares», sentencia. Preguntada por los proxis que controla la república islámica, tampoco tiene dudas. «Tanto Hamás como Hezbolá son milicias creadas por los ayatolás. La diferencia es que Hamás tiene diputados y controla Gaza y Hezbolá no», comenta. Por eso, Meron considera que se abre un escenario óptimo para que Líbano impida que Hezbolá se fortalezca y lograr así acuerdos con Israel, un país que tampoco quiere tener a todos los vecinos como enemigos.
Su partido también coincide con el Likud en el análisis del papel que juegan algunas instituciones internacionales. «La decisión del Tribunal Penal Internacional de emitir una orden de arresto contra Netanyahu no tiene nada que ver con la justicia. Solo pretende atacar a Israel y convierte la legislación internacional en un chiste», denuncia Illouz. Meron asiente. «No me cae bien Netanyahu, pero que se le compare con los terroristas de Hamás me parece una broma de mal gusto», señala.
Ambos diputados también coinciden en su censura de la UNRWA, la polémica agencia de Naciones Unidas para los palestinos. «Se ha demostrado que algunos de sus empleados ayudaron a Hamás a capturar rehenes, que otros incluso los retuvieron en sus casas, y que en sus escuelas enseñan a odiar a los judíos», explica Meron, que acompaña su opinión de un ejemplo práctico: «En los libros de texto de la UNRWA se explica la ley de la gravedad de Newton con dibujos de niños palestinos lanzando piedras contra los soldados israelíes. Si queremos buscar la paz, debemos acabar con este círculo vicioso de odio mutuo».
Ahí es donde difieren las estrategias de Meron y de Illouz. Ella apuesta por la solución de los dos estados. «Creo que la paz con los palestinos en el futuro es posible. Pero para lograrla hace falta un liderazgo con visión y coraje, amparado en una amplia mayoría, y no un gobierno extremista que hace cualquier cosa para sobrevivir», dispara, con la cara de Netanyahu en el punto de mira. «Es imprescindible que se investigue lo que sucedió el 7 de octubre de 2023, que se sepa cómo los terroristas de Hamás pudieron entrar en Israel con tanta facilidad. Cuanto más se tarde, menos pruebas quedarán de la responsabilidad del gobierno, que impide la investigación porque teme que suponga su fin», añade Meron.
Dan Illouz
Diputado del Likud
Illouz niega con la cabeza. «Hemos decidido dejar a un lado las cosas que nos separan para centrarnos en la guerra. Estamos de acuerdo en investigar los errores que se cometieron el 7 de octubre, porque es verdad que no se entiende cómo pudo pasar lo que pasó, pero no alcanzamos un consenso sobre cómo investigar», se defiende.
Otro de los grandes enfrentamientos entre el gobierno y la oposición, y una brecha que divide también a la población hebrea, es cómo lidiar con los 59 rehenes que aún están en manos de Hamás. Meron asegura que deben ser la prioridad número uno y que la guerra debe pararse para liberarlos. «No se puede poner precio a una vida. Ya lidiaremos con los terroristas más adelante», apostilla. Illouz no lo verbaliza, pero algunos de los seguidores de Netanyahu, e incluso miembros de su gobierno, sí afirman que la vida de 24 personas -el resto de los rehenes está muerto- no puede determinar el futuro de todo un país y las operaciones de un ejército en tiempos de guerra.
Precisamente, a Meron le duelen especialmente las críticas que las Fuerzas de Defensa de Israel reciben tanto dentro como fuera del país, porque ella fue capitana, llegó a ejercer de portavoz de la Fuerza Aérea, y tiene a su hija de 18 años actualmente vestida de uniforme. Por eso, cuando se menciona la falta de proporcionalidad en la respuesta que el ejército ha dado a los ataques de Hamás, se pone en guardia. «Puedo asegurar que en nuestras operaciones siempre tratamos de evitar por todos los medios matar a civiles», responde, recalcando que «Israel necesita más soldados y un ejército más fuerte» para evitar que su existencia peligre.
Meron también subraya la dificultad de confiar en los palestinos. «El cerebro de los atentados del 7 de octubre, Yahya Sinwar, fue uno de los mil terroristas que liberamos para lograr la devolución del soldado secuestrado Gilad Shalit. Esto nos ha enseñado una lección y ha demostrado que aquel fue un mal acuerdo, firmado además por Netanyahu», explica. De esta manera, aunque todos concuerdan en la necesidad de poner fin al círculo vicioso del odio que enfrenta a israelíes y palestinos, la sociedad hebrea continúa dividida sobre la manera en la que se debe hacer. De momento, prevalece la del puñetazo inmisericorde.
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