
Secciones
Servicios
Destacamos
De vez en cuando, a Fernando, el conserje del colegio Alejandro Valverde de Murcia, se le acerca uno de los 28 niños con trastorno del espectro autista (TEA) que hay en el centro, le toma la mano izquierda y sitúa la cara junto a su muñeca. «Le gusta oír el tictac –dice con una sonrisa amplia mientras muestra su reloj de pulsera metálico–. Se queda parado ahí un rato. Luego se quita y dice: 'Este es bueno, este es bueno'».
Fernando tuvo que aprender de forma autodidacta a tratar con esos menores con necesidades especiales con los que se cruza continuamente en el patio, y que constituyen una realidad creciente y un reto para todo el sistema educativo de la Región. Este curso, hay contabilizados 7.656 alumnos con TEA en los centros de la Comunidad. Según el último informe publicado por el Ministerio, la Región es la segunda comunidad autónoma con más niños con necesidades educativas especiales escolarizados en centros ordinarios.
Para abordar la situación se han puesto en marcha, en los últimos años, multitud de iniciativas y programas de formación para los docentes que buscan mejorar la atención que se les presta y facilitar el acceso a una educación inclusiva. En ese contexto, el programa 'Compromiso autismo', en el que ha participado el colegio en el que trabaja Fernando junto a otros dos centros de la Región –el colegio Cristo Crucificado de Murcia, y el Florentino Bayona de Mula–, supone una actuación inédita en la Región para limar esa fricción que los menores con TEA experimentan en su relación con el entorno educativo, ya que, por primera vez, prestar atención no solo a la formación de los docentes, sino también a todas aquellas personas con las que los niños interactúan en los centros. «Se le ha dado formación a toda la comunidad educativa, porque hay mucha gente que se queda fuera normalmente de este tipo de formaciones y que es igual de importante en el trato con estos críos con trastornos de conducta», explica el director del colegio, José Ramón Ramírez. «Ha habido formación para todo el claustro, para las familias, para el conserje, la cocinera, las monitoras de comedor, las auxiliares técnicas educativas, la limpiadora... O sea, todo el mundo».
Además, esta formación contó con profesionales específicos para formar a cada profesional según su labor. «En el caso de los docentes de educación física, vino un técnico especialista en temas de movimiento; para el de inglés, un especialista en educación del lenguaje», añade. También hubo sesiones específicas para los padres. Y lo mismo con el resto de profesionales. «Te enseñan cómo actuar cuando los críos se ponen alterados, porque aquí, a uno le molestan los ruidos, a otro le da por pegar gritos, y hay que saber mantener la calma para que se tranquilicen», indica Fernando.
La iniciativa, desarrollada por las Consejerías de Educación y Formación Profesional y Política Social, Familias e Igualdad junto con Fundación Gmp, que la ha financiado, ha sido recibida por las familias con gratitud. Cristina Nicolás, una de las madres que participó en los cursos, llegó al colegio Alejandro Valverde tras solicitar un traslado desde otro centro en busca de que sus hijos Álvaro y Macarena, de 6 y 3 años, respectivamente, ambos con TEA, pudieran tener una atención adaptada a sus dificultades y un entorno seguro donde desarrollarse. Y eso, asegura, es lo que ha encontrado. «Ellos no hablan. Les cuesta expresar el dolor, el frío, el calor, el hambre, por eso, los padres nos volvemos expertos en interpretación. Tenemos que ser mucho más: las mamás somos médicas, amas de casa, trabajadoras, un millón de cosas y, en este caso, también adivinas». Por eso, le tranquiliza ver el esfuerzo que ha puesto todo el personal del centro para mejorar en el trato a sus pequeños.
De especial importancia le parece la formación del personal de comedor. «Mi hijo tiene muchos problemas con la comida. Antes de que la formación llegara, pedí poder ir al comedor para dar unas pautas a las trabajadoras, porque, a mi hijo, por ejemplo, si no le indicas que abra la boca, no come. Y ya entonces me pusieron todas las facilidades. Tienen mucho interés por aprender», señala.
De la integración de los pequeños con autismo en el centro dan muestras el gran panel con pictogramas que hay en el patio para que los niños con autismo puedan comunicarse con cualquier profesional, o los comunicadores que se ven en manos de muchos alumnos TEA, unas 'tablets' con los mismos pictogramas que permiten con una pulsación convertir lo que intentan decir en un comando de voz. También lo evidencia que el Alejandro Valverde sea la sede física del equipo específico de autismo de la Comunidad.
Para Belén Gea, madre de Adam, otro niño con TEA de 5 años, la formación con un enfoque abierto a toda la comunidad educativa era «muy necesaria». También para los padres del resto de niños, que fueron invitados a los cursos. Aunque la participación en este punto no ha sido la deseada. Belén resalta la importancia de que estas familias con hijos normotípicos se interesen por cómo tratar a los compañeros con TEA de sus hijos y puedan educarlos en la inclusión. «A muchos padres les dices autismo, y no saben bien qué es. Hay un gran desconocimiento. Piensan que es una enfermedad, y no lo es, es una forma diferente de percibir el mundo. Además, siempre imaginan un tipo concreto de autismo, y hay muchos grados. Piensan que mi hijo se va a tapar los oídos y se va a tirar al suelo. Pero mi hijos es sociable y comunica, y eso muchos no lo entienden», señala. «La verdad es que esa es la espinita que nos ha quedado, reconoce el director», José Ramón Ramírez. «Nos habría gustado más implicación del resto de familias. Eso ya habría sido lo ideal».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
David González
Claudia Turiel y Oihana Huércanos Pizarro (gráficos)
Pepa García y Marina Zamora
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.